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Ya hay director de Pemex, se llama Víctor Rodríguez y con ello existe finalmente una posibilidad de mejora para la empresa. Incluso para México si hace lo posible, digamos, para darnos gas.
En lo importante, Claudia Sheinbaum ya conformó un gabinete técnico, quizás el más balanceado en la época moderna de México. La presidenta electa debería transitar exitosamente su sexenio, si nadie se lo impide.
En la historia se quedaron el gabinete sin autoridad de Fox; el de los amigos de Calderón; el de los cómplices tecnócratas de Peña Nieto y el de los irrelevantes funcionarios de López Obrador.
Víctor Rodríguez tiene una formación científica en la era global de la economía del conocimiento. Los científicos son naturalmente rebeldes, pero dóciles ante los hechos y en materia energética hay una importante colección.
Ayer, Sheinbaum mostró un artículo escrito por ella y por Rodríguez, publicado en abril de 2000.
En resumen, el texto criticó que el gobierno de esos días provocó que la economía de los mexicanos se hiciera ‘adicta’ al gas natural y al mismo tiempo, limitó la inversión en Pemex para producirlo. Consecuentemente, no quedó más remedio que traerlo de afuera.
“Por un lado se promueve la demanda de este hidrocarburo y por el otro, se limita la inversión pública en la exploración y explotación”, denunciaron en conjunto.
Ustedes usaron gas natural para cargar su celular esta mañana y para encender los focos del baño cuando amanecía. La mitad de la electricidad en México requiere que del otro lado del cable haya un motor quemando ese hidrocarburo.
Nos hicimos dependientes y los hechos acumulados durante esos 24 años, desde que un par de científicos publicaron ese texto en el diario La Jornada, incluyen los siguientes que narran una historia predecible:
La importación de gas natural estadounidense se multiplicó 26 veces hasta los siete mil millones de pies cúbicos actuales.
Solamente Texas –fuente principal de esas compras– elevó 150 por ciento su producción hasta los 36 mil millones de pies cúbicos diarios que entrega ahora al mercado mundial. Pemex la redujo un 10 por ciento, a cuatro mil 500 millones de pies cúbicos diarios anotados en julio.
Una zona muy productiva de Texas es la Cuenca Pérmica (Permian Basin), una región deshabitada en la que no hay ‘shopping’ y está ubicada entre El Paso y San Antonio; otra es la de Eagle Ford, la zona de ‘lutitas’ que sí pasa cerca de ciudades como Laredo y McAllen.
Bajo tierra no hay frontera y ambos yacimientos siguen hacia el sur hasta la Cuenca de Burgos, que recorre Piedras Negras, Reynosa, Nuevo Laredo y algún pueblo de Nuevo León.
De 2000 a 2024 la producción de gas natural en ese territorio cayó más de 50 por ciento, a 416 millones de pies cúbicos diarios.
Atención, que en el proceso nació un nuevo mercado. Cuando el siglo comenzó, el comercio de gas natural por barcos era casi inexistente. En esta década, distintas empresas cuentan con terminales de importación marítima en Colima, Baja California y Tamaulipas. En Altamira, incluso, existe infraestructura para la exportación de gas natural licuado.
El gas natural en estos días no representa solamente un asunto de soberanía energética o de orgullo nacional, sino de liderazgo y peso energético en la política global.
Cuando Rusia restringió el acceso a su gas al inicio de su guerra contra Ucrania; Alemania, Holanda y otros países europeos debieron encontrar nuevas fuentes de suministro.
Estados Unidos y Qatar destacaron entre los nuevos proveedores, beneficiándose de precios cinco veces más altos que el que pagan, por ejemplo, fábricas de Texas y de México.
El gas es aceptado mundialmente como parte de una combinación menos dañina para el medio ambiente que el carbón o el diesel y sus moléculas pueden usarse para la producción industrial de casi todo tipo de plásticos y fibras de alta demanda.
El abandono de su producción fue, al menos, cuestionable ¿Qué opinan hoy Sheinbaum y Rodríguez? Más importante: ¿Qué van a hacer ahora que pueden hacer mucho?
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